LOS OBSTÁCULOS DE LAS MUJERES REPARTIDORAS

Cada día, la economía de plataformas ofrece a las mujeres repartidoras la posibilidad de acceder a un trabajo flexible que las acerque a cumplir sus objetivos económicos.  Sin embargo, es importante mencionar que su trabajo en las calles las expone a un marco de vulnerabilidad. Son numerosos y diversos los obstáculos propios de un entorno desafiante y en continuo movimiento.  Por eso nos interesa reflexionar sobre las condiciones laborales de este particular grupo de  mujeres de la gig economy, que se encuentra en pleno crecimiento. Identificar aquellas dificultades que se destacan en su tarea diaria puede ser el inicio de nuevas propuestas superadoras y transformadoras de su realidad. CARGAS DE CUIDADO Muchas mujeres tienen a su cargo las tareas del hogar y el cuidado de sus hijos, por lo que encuentran en las aplicaciones de reparto un ámbito flexible para poder generar ingresos. Sin embargo estos trabajos de cuidado no remunerado les requiere unas 21 horas semanales; tiempo que no podrán dedicar al desarrollo de sus actividades rentadas, afectando significativamente sus ingresos.   INSEGURIDAD Si bien el fenómeno de la inseguridad es una problemática común a toda la comunidad repartidora, las consecuencias para las mujeres son aún mayores. El temor a sufrir robos, fraudes o acoso las lleva a limitar horarios y zonas, lo que impacta negativamente en sus salarios, generando desigualdad en relación a los repartidores hombres. ACOSO Las situaciones de acoso o de abuso no son una excepción en este ámbito laboral. Muchas de las repartidoras manifiestan haber sufrido acoso al buscar y llevar los pedidos. Miradas, comentarios, exhibicionismo se suman a la escalada de actitudes de violencia machista. En un contexto latinoamericano con altas tasas de femicidios, el temor es grande, pero también surgen espacios de acompañamiento entre las mismas repartidoras para ayudar a enfrentar estos peligros.   ESTEREOTIPOS EN LA CONDUCCIÓN Las repartidoras trabajan muchas horas en las calles de la ciudad, ganando experiencia para desenvolverse en el tránsito. Sin embargo, están inmersas en un modelo  de cultura vial que las coloca como “malas conductoras” por tener un exceso de prudencia y por el respeto de las leyes de tránsito. Estos prejuicios las ponen en un lugar de “inferioridad” ante los otros conductores.    La brecha de género entre los trabajadores de la gig-economy debe ser abordada de manera urgente. Promover un entorno inclusivo implica toma de conciencia y esfuerzos compartidos; concientizar, educar e impulsar nuevas acciones para que las mujeres repartidoras reciban los beneficios y el respeto que merecen